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ubicuamente : breviario de incertidumbre

sociedad

La mujer

¿Mujeres? Hay mujeres serenas y sabias que nos muestran el mundo; mujeres que premeditan cada pestañeo, cada inspiración, con el único fin de 'estar monas'; mujeres -con velo- que obligan a sus hijas -otras mujeres- a llevarlo contra su voluntad, mujeres que aceptan llevarlo, mujeres -que no lo llevan- que desearían obligar a todas a no llevarlo; hay mujeres cristianas, mujeres musulmanas y mujeres ateas; mujeres que odian el sexo y otras que disfrutan de la vida y otras, o las primeras, que creen que estas últimas son todas unas putas; hay mujeres que piensan que todos los hombres somos unos cerdos, mujeres que piensan que hay gente que vale la pena; mujeres que sufren, mujeres que paren poesía de desgarrados corazones; mujeres altivas, mujeres pintoras; mujeres que creen que su único sitio -y el de todas- es cuidando de su familia; hay mujeres que aman a otras mujeres y otras que las aman a todas; mujeres sinceras; mujeres que no se sienten mujeres; mujeres asesinas; mujeres comunistas; mujeres que maltratan a su familia; mujeres que narran vidas con magnífica sencillez o embaucadora complejidad; hay mujeres que se creen personas antes que mujeres y otras que todo lo contrario; hay mujeres... tantas como mujeres.

Y algunas mujeres, y algunos hombres, con una espantosa simplificación, resumen 'la mujer' creyendo haber hallado un arquetipo exportable a cualquier caso. Y hablan de la mujer como víctima de una sociedad patriarcal creada por el hombre para subyugarla, como si ella fuese ajena a la sociedad y a su desarrollo.

La sociedad, sexista, que ha obligado a tantos hombres a la guerra, que ha obligado a tantas mujeres al hogar, que ha dimensionado la vida de los individuos en función de su sexo, no es más que el conjunto de hombres y mujeres que han nacido unos de otros, aprendido otros de unos, vivido, amado, opinado... es la única solución posible a una ecuación cuyos factores, a toro pasado, no podemos alterar. Quien quiera cambiar esto, que cambie su vida, y quizás, algún día, la sociedad, asexista (disculpen el término), obligará a las personas a desembarazarse del escudo del sexo y a afrontar su identidad sin más perspectivas que: 'eres tú'.

El vacile

Vacilar, putear, burlarse, tomar el pelo... podríamos seguir durante muchas líneas, pero el espacio es oro en la blogosfera. Es una habilidad probablemente tan vieja como la humanidad (y ciertas conductas observadas en varias especies de simios inducen a pensar que quizás incluso más). ¿Habilidad? Sin duda, y de las adquiridas por métodos poco ortodoxos. ¿Quién no conoce al típico superdotado del vacile, del que todo el mundo se aleja pero no tanto como para no poder oírlo?

El objetivo de todo vacile se encuentra en un algún punto de una recta trazada por la diversión -propia y ajena (vamos, reconocedlo...)- y el orgullo (directamente proporcional a la humillación del otro).

A pesar de su enorme diversidad, los vaciles suelen compartir una estructura común:
* Planteamiento: momento en el que un individuo, por lo común un vacilón en busca de una víctima propiciatoria, reta a otro que debe recoger el testigo para que la batalla dialéctica tenga lugar. El reto, siempre mordaz, puede partir del encubrimiento, del insulto o del sarcasmo; y, entre las diversas aceptaciones encontramos, respectivamente, no pillarla, responder o callarse (el más peligroso de los comienzos, que presagia un pronto desenlace).
* Nudo: la chicha del asunto, donde el único arsenal es el ingenio, tan variado que no veo como clasificarlo. La diversión proporcionada al indefectible espectador es equivalente a la suma de los niveles de habilidad de los contendientes, los cuales, si además son parejos, convierten la discusión en memorable.
* Desenlace: en este punto el vacile se convierte en un soliloquio humorístico para mayor recreación del vencedor. El derrotado puede o bien callarse, cabizbajo, si es buen jugador, o enfadarse, si tiene algún complejo.

A poco mojigato que uno sea siempre tilda a quien reta de cruel y al vencedor de despiadado. Pero ¿se puede renegar de una actividad lúdica tan arraigada en nuestras costumbres? La prístina lucha física se refinó convirtiéndose en arte marcial para, después, degenerar en deporte. ¿Qué pasará con esta modalidad de lucha intelectual? ¿Habrá algún día un centro de alto rendimiento para vacilones? ¿Habrá una liga profesional?

No puedo acabar sin remarcar el hecho de la aceptación y sin valorarlo en su justa medida. Como muestra, escuchad (si teneis eMule o algún otro cliente compatible) a Manolo Cabeza Huevo convirtiendo en magnánimo un vacile que, sin su entregada aceptación, no habría pasado ser de patio de colegio. La foto de este hombre debería aparecer, en la Enciclopedia del Vacile, al lado de 'trapo (entrar al)' o 'anzuelo (tragar el)'.