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ubicuamente : breviario de incertidumbre

literatura

Viejos, putas y putadas

A Gabo le han publicado la novela, Memoria de mis putas tristes: algún traficante de sueños (que de todo hay), con algún original -se supone- extraviado, se ha convertido en editor de facto, sin contrato ni previo aviso. Hoy, víspera de la publicación oficial -acelerada por la oficiosa-, y desde hace varios días, un top manta literario se escurre por entre las calles de Bogotá. ¡Pasen y vean! Por unos pocos dólares pueden viajar, a buen seguro, por una obra maestra.

He de reconocer que nunca he pagado por leer a García Márquez, bibliotecas y amistades me han suministrado las dosis oportunas, y que nunca he gustado de lanzamientos o novedades. Dudo, sin embargo, haberme podido sustraer al embargo emocional de la anticipación, de lo prohibido, de vivir el presente de una futura anécdota en la biografía de García Márquez.

Otra ventaja para tan económica edición, sin otro gasto que el de impresión, es la rumorología publicitaria que se ha encargado de difundir su editorial, Mondadori. A diez años de su última novela, más parecía un intento de revitalizar el cadáver del gran 'realista mágico' que el verdadero anuncio de una nueva obra, pero ¡ay, incrédulos! aquí está. Y honrando, ni más ni menos, que a Kawabata Yasunari y a su La casa de las bellas durmientes.

Cuando lea la memoria de las tristes putas del personaje de Gabo podré encontrar similitudes, hasta entonces no puedo si no seguir recomendando con entusiasmo la novela de Kawabata (como desde que la leí). Una novela al pleno estilo japonés, sin introducción ni desenlace: un nudo gordiano del que se perderán a buen seguro grandes rasgos y pequeñas sutilezas en la traducción, algo que nunca sabré. Una novela que pela las capas de la senilidad y la sexualidad en la conciencia, revelando obviedades olvidadas, y hace que conceptos como viejo verde duelan como alusiones propias. Una poesía, de un solo verso, que no deja ostentosos sintagmas, grandes ideas o intrincados personajes, sino un poso de sabiduría serena que nos acerca a la perspectiva desde la cual la edad es una etapa del viaje común. Como dice un entrañable compañero de distracciones y gran mecenas, "hay que llegar a ellos".